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Español: CARLITOS ROMERO

“Hacer lo que a uno le gusta y lo que le apasiona”, estas son palabras escritas que lleva en los bolsillos de su gabán y de igual modo, entre los canalillos de sus pensamientos, y que ha formado parte de su estructura y de su formación como ser humano: Carlitos Romero. El 13 de octubre de 1961, en el séptimo piso de la sala de partos del Hospital Universitario del Valle “Evaristo García”, siendo horas de la tarde, época de precipitaciones de lluvias, no se oye otra cosa que el llanto de un recién nacido que provenía detrás de los grises muros, ese recién nacido que tanto esperaban y en ese instante era el orgullo de don Hugo Alirio y doña Ana Rita. Don Hugo Alirio Romero Olaya (q.e.p.d), hombre de origen caleño, que en su época se desempeñó como maestro de escuela, dando de sí, ese potencial por las facultades intelectuales, morales y afectivas, a ese niño que día tras día asistía a las aulas de clases, luego abandona este campo de la educación y se vincula a la Empresa Carvajal, en la sección de directorios telefónicos como corrector de ortografía. Por otro lado, su madre, Ana Rita Olave Angulo, que es autóctona de la Puerta del Río Naya como se le conoce al corregimiento de Puerto Merizalde, perteneciente a la ciudad de Buenaventura, por ese anhelo de germinar en la vida, sale del corregimiento hacia a la cabecera municipal, y allí, ella, labora en las instalaciones de la alcaldía municipal. Las brisas que entran por el cañón de Dagua, y a la vez, refrescan las tardes caleñas, hicieron parte del primer encuentro entre Hugo Alirio y Ana Rita, que luego; paulatinamente fueron creciendo en el manantial del amor, las risas de oro y las voces de cristal, sirvieron que las moléculas del amor corrieran como corren los ríos hacia la mar, para procrear en ese mar de amores a Ángela María y a Carlos Alberto. Por aquel entonces; cuando llega Carlitos, al seno de la familia Romero Olave, ellos, vivían en aquel barrio que fue fundado en octubre de 1930, y su nombre se debe a la abundancia de arborización que presentabas en las riberas de sus calles, formando un paisaje urbano natural, ese barrio que también ha sido icono de la ciudad, el barrio Alameda. Entre la edad de cuatro o cinco años, Carlos Romero, se aprendía de memoria, aquellas canciones de la época como la pachanga, el boogaloo y otros ritmos afrocaribeños, su padre para estimular el gusto de su hijo por la música, en las reuniones familiares lo cargaba para pararlo sobre la mesa del centro de la sala, que le servía como tarima, en estas reuniones, los asistentes lo aplaudían y otros le daba dinero a él (Carlitos). Su progenitor, que fue ese motor útil para encarrilar cada día más y más a Carlitos entre las figuras del pentagrama musical. Entonces a los ocho años de edad, es matriculado en la academia de música del maestro Alfonso Valdiri (q. e. p. d.), para que iniciara el proceso del aprendizaje de representar la altura y la duración relativa del sonido, allí, entre el arco iris de seis tonos, las blancas y las negras, la hija de Macumba entre otros instrumentos musicales, comienza a caminar entre las notas. Inicialmente interpreta música poética tradicional del norte de Europa “La balada” y música de los Andes colombianos como el pasillo, bambuco entre otros ritmos del folclore latinoamericano. En su juventud, Carlitos Romero, escuchaba al emblemático locutor “El Diablo Cajiao”, en aquella emisora que programaba salsa, durante las 24 horas del día y siete días a la semana, se sintonizaba en el dial 1500 de la amplitud modulada, pertenecía a la cadena Caracol, y se ganó el corazón de los caleños, esa emisora que marcó la historia de la radio caleña y aportó a la construcción de la identidad del movimiento salsero en Cali “Radio Tigre”. Carlitos; aprovechando la excelente y espectacular programación de dicha emisora, graba en cassette, una colección de temas salseros, luego, en el reproductor de cinta magnética, escucha aquellas canciones recopiladas, el cual, Carlitos, le lleva el golpe y la balbucea. Después de vivir por un período largo en el barrio Alameda, el linaje de los Romero Olave, se reubican un poco más hacia el sur, tomando, la prolongación de la antigua Avenida Boyacá, que se une con la Avenida Libardo Lozano o como se conoce también, Avenida Pasoancho, cuya longitus va desde la autopista suroriental hasta la carrera 100, y sobre ese eje de la avenida Pasoancho se encuentra el barrio el Guabal. Allí en dicho barrio, Carlos Alberto, comienza sus primeros pasos a pilotar entre los lápices y cuadernos, en el colegio San Juan Bautista. Cuando Carlitos Romero entra a la adolescencia temprana, su familia decide de nuevo de cambiar de vivienda, entonces, se van hacia el noroccidente de la ciudad, al centro del casco urbano, donde los portales de madera enmarcados por paredes de bahareque de las casas, un barrio que guarda parte de la historia de urbe: el barrio Los Libertadores. En este barrio, continua con sus estudios de primaria, en la Escuela Eustaquio Palacios, que está ubicada en el mismo sector. Después de culminar su primaria, es empadronado en el templo educativo que funciona desde 1933, en el Instituto Técnico Industria Antonio José Camacho, donde alcanza todo el proceso educativo de la secundaria. Durante el transcurso de la formación permanente, Carlos, por ese amor que ha despertado por la música, entonces, camina con aquella princesa con cuerpo sonoro de mujer coqueta y agraciada, y con las yemas de los dedos de la mano izquierda sobre cordaje y traste, seguidamente con el meneo del pulgar hacia abajo y el índice hacia arriba de la mano derecha, da los primeros rasgueos, produciendo en sí, las notas musicales del movimiento salsero. Por cosas de la vida, cosas inesperadas que suceden en ella, él, al terminar en el Camacho, se inclina por los deportes, entonces se escribe en campus de la Universidad del Valle en el programa de Licenciatura en Educación Física y Salud. Romero, cuando comienza a prepararse académicamente en el área deportiva en el bloque 382 del campus, él, al caminar por los senderos de la universidad y al escuchar aquellos sonidos que provienen del bloque contiguo al de la facultad de edufisica, entonces aún por ese amor que tiene por la melodía, asiste a varias asignaturas de la facultad de Licenciatura en Música como: vocalización, teoría musical, armonía entre otras disciplinas. Del mismo modo, participa en las actividades culturales y en el grupo musical de dicho programa. Después de transitar por cinco años consecutivos en el campus de la universidad y de aprender en ese templo del conocimiento, especialmente en ser “persona”, obtiene lo más anhelado, el diploma como Licenciado en Educación Física y Deporte, pero, desafortunadamente de las asignaturas tomadas del programa de Licenciatura en Música, no valida ninguna de ellas. Al salir con el pergamino que lo certifica como profesional en el área de la Educación Física y Salud, Carlos, empieza a recorrer los mismos pasos, que tiempos atrás, su padre Hugo Alirio, recorrió en el campo de la educación, éste proceso en Carlos, dura poco tiempo, ya que en su interior de su espíritu germinaba la pasión por la música, la música que le hace vibrar sus cuerdas vocales. Haciendo un poco de remembranza de los orígenes de la música en la vida de Carlos Alberto Romero Olave, nos remontamos a la época de la existencia de su abuelo Carlos Alberto Romero Sánchez, que, en compañía de sus hermanos, Julio y Álvaro, conformaron la Orquesta Típica Luz de Colombia y paralelamente un trío Típico colombiano conformado por Guitarra, Tiple y Bandola, con el cual se deleitaban escuchando cada latido que brotaba de las vibraciones del patrón armónico complejo de las cuerdas. Después de disfrutar con sus hermanos, ésta experiencia magistral, entonces su tío abuelo Álvaro Romero Sánchez (Compositor, director y guitarrista), crean otro trio, pero ésta vez lo arma con Diego Estrada Montoya, tocando la bandola y Peregrino Galindo en el tiple, el Trío Morales Pino, cuyo nombre fue inspirado por Pedro Morales Pino, compositor y músico. El trío Morales Pino en su triunfante carrera en la interpretación del folklore colombiano, prensan en el acetato, más de 24 discos de larga duración con el sello discográfico Sonolux. Precisamente, después de ambular entre la mezcla de los ritmos europeos, africanos, indígenas y populares, y contemplar un sin números ritmos de la topografía colombiana, Carlitos, en consorcio con su primo Orlando Terán, emprende la idea de hacer un dueto, entonces surge el “Dúo Los Primos”, que interpretan aquella música que ha florecido en los cafetales, los guaduales y entre las raíces populares de un pueblo pujante “Colombia”. Pero en Carlos, sigue ese amor viviente por aquella mezcla entre el montuno y el merengue, y en su sangre lleva la clave del guaguancó, el mambo, la guaracha y el chachachá, esa pasión que le hace expresar el sentimiento de los ritmos afrocubanos y del soul estadounidense, y el puro amor por la salsa retumba en su corazón como en un perfecto lienzo de sabor, de los versos y de los pregones.

La alegría por interpretar los ritmos afrolatinos, lo lleva a conformar en formato de sexteto, el conjunto “Renacer Antillano” con amigos como: Dorancé Lorza en el tres, Orlando Potes en el timbal, Rosendo Hernández en el bajo, Freddy Colorado en el bongó, Julio Cesar “Chencho” Alarcón en la conga, y como acompañante en la voz a Omar Agreda. Con ésta agrupación graba temas tales como Brujería, Rumba caliente, Guaguancó en mi barrio, Nativa, Un recuerdo más, Amor de artista, Decididos, entre otras canciones. Carlos Alberto, en dicha producción titulada Decididos, participa con la letra y música del tema del mismo nombre del trabajo discográfico.
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Source Own work
Author Carlitos Romero Salsa

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